La conversación comienza el viernes en Benalmádena y termina el domingo en la zona mixta de La Rosaleda, después del partido de Liga ante el Barcelona (1-3). Javier Saviola (Buenos Aires, 1981) sale del campo con dos camisetas bajo el brazo: la de Xavi y la de Mascherano. “La de Messi se perdió por el camino”, ríe... A los 16 años, debutó con River y el Mono Burgos le llamó Conejo; y a los 19, llegó al Camp Nou, escenario al que regresa hoy —se juega la ida de los cuartos de final de la Copa del Rey (21.30 Canal+ L y GolT)— con 31 años, como jugador del Málaga, a punto de ser padre.
Pregunta. Parque Chas, River, Barcelona, Mónaco, Madrid, Sevilla, Benfica, Málaga… Perdone, ¿de qué equipo es?
Respuesta. De River. En Parque Chas me crié y disfruté del fútbol como no lo hice más, no volvió a ser lo mismo. Llegó la responsabilidad, la presión… Si he de besar una camiseta es la de River. Al Mono Burgos, Astrada, Berti... les alcanzaba balones y a los 16 años entré en su vestuario. No salí corriendo por poco. Antes, había caudillos, ahora está lleno de pibes. Antes, te pegaban porque había que pagar el derecho de piso, sabías que no iba a ser fácil; no sabés qué era aquello.
P. Me imagino. ¿Y qué hizo?
R. Aprender. Si ahora no hablo mucho en el vestuario imagínate entonces. Yo trataba de ser humilde porque les tenía una admiración enorme. El otro día, estuve con el Mono. Un fenómeno, de esa gente que necesita un vestuario para unir, para relajar.
P. Estuvo en muchos ¿se parece un vestuario a otro?
R. No, todos los vestuarios son diferentes. Hay personalidades y culturas distintas, hay un holandés que viene, se entrena y se va; un argentino que pone música y sigue ahí dos horas después de la práctica, o gente religiosa como Kanouté, que estaba de Ramadán, llegaba sin desayunar y rezaba en una esquina. Siempre dejé un amigo. Ese es mi mayor orgullo, saber que donde fui creció un amigo. Soy un tipo tímido, pero tuve compañeros a los que sigo viendo. Casi no hay un equipo rival donde no tenga un amigo.
P. En el Barça, Xavi...
R. Somos muy amigos. Es de las personas que más han influido en mi vida por cómo me recibió. Tuvimos química en el primer entrenamiento y hasta ahora.
P. ¿Qué recuerdo guarda de su paso por el Barcelona?
R. Cuando vuelvo al Camp Nou vuelvo a casa. Fue una época difícil, dura. No se ganaba nada, la cosa salió complicada. Tenia 19 años, era un adolescente y nada más llegar falleció mi padre. Cuando más necesitaba su apoyo y su consejo, le perdí. Siempre tuve a mi mamá y buenos amigos que me ayudaron, pero me sentí solo. Maduré rápido, me tuve que hacer hombre inmediatamente. Recuerdo mucho a Charly [Rexach], lo pasé muy bien, era un tipo divertido, especial, diferente, que siempre trató de llevar la cosa con naturalidad, buscando que el jugador se sintiera relajado. Rexach fue diferente de todos los que tuve. ¡Y tuve mil!
P. Futbolísticamente, ¿qué queda de aquel Conejo?
R. Poco. ¡Ha pasado tanto! No queda nada. Aquel era un chico que empezaba y uno es ahora otra cosa, más maduro, sabiendo que entro en la etapa final de mi carrera, pero feliz y contento de ella, de lo que conocí. Siempre guardé las cosas buenas.
P. En Barcelona se le quiso tanto que ni se le echó en cara irse al Madrid. ¿Lo siente así?
R. Sí, siempre me trataron muy bien. ¡Me aplaudieron cuando volví con el Real! Volver al Camp Nou es volver a casa. Pasé cinco años en Barcelona, volví muchas veces, de vacaciones, y siempre noté afecto. No vieron como una traición que me fuera, porque no lo hice ni por rencor, ni por desprecio… Sencillamente busqué un equipo donde pudiera jugar, había terminado con el Barcelona y no pude decirle que no al Madrid. Tampoco llegué en un momento espectacular, la verdad.
P. El año de Ramon Calderón… Por su experiencia, ¿es muy diferente el impacto del Madrid y del Barça en España?
R. No, la verdad. Desde dentro siempre vi dos clubs gigantescos. Y era impresionante ir con el Barcelona a los sitios, como lo era en el Madrid. No, en ese sentido, la dimensión es pareja.
P. ¿Hace mucho que no ve a [Joan] Gaspart?
R. Le vi un día en un hotel... Tuve muchos presidentes. Normalmente, les veía el día de la firma, por fin de año y el día en que me despedía.
P. ¿Por qué nunca tuvo continuidad en un club?
P. Esa pregunta me la sigo haciendo yo, pero no culpo a nadie; será por mi personalidad, que me jugó en contra. Me faltó mala hostia o mala fe, algo de egoísmo, ser de otra manera que no soy. Por ahí pareció que me da igual, que no me involucro, o alguno igual pensó que es fácil dejar a Saviola fuera porque no va a rajar, no va a malmeter. Por mi personalidad, por ser un tipo introvertido, me cuesta quejarme y esa forma de ser me jugó en contra. Me decían ‘andá con el técnico, decirle esto y lo otro, protestadle…’, pero no. Siempre traté de adaptarme y aceptar lo que se me pedía. Jugué solo arriba, de enganche... pisando área o por detrás del delantero. Me gusta más a la espalda de un nueve, no te sientes tan solo porque tocas, mezclas... Pero siempre guardo lo bueno, de todo aprendí, no soy rencoroso. Si he de elegir un técnico, me quedo con Gabriel Rodríguez. Le tuve a los 8 años, en River, venía del Futsal y pasé a cancha grande. ¡Eso era un mundo! Él me enseñó a pararme, a saber correr, los movimientos… de ahí vino todo. Pero está también Ramón Díaz, que tuvo el coraje de ponerme a los 16 años, en contra de todo el mundo. Pero ahí aguantó y le salió bien.
P. Y Pellegrini, ¿a quién le recuerda?
R. En el estilo, en la tranquilidad que transmite, en como habla al jugador, me recuerda a [Frank] Rijkaard. Pero cuando se enfada parece [Louis] Van Gaal. Lo de van Gaal era tremendo. Te gritaba y te gritaba muy cerca de la cara, así que reconozco que a veces asustaba. Tenía esa forma de sentir el juego, con fervor, con una pasión… Rijkaard era tranquilo, suave; el otro era un cable pelado. Con Bielsa ganamos el oro en Atlanta, con Juande la Copa de la UEFA con el Sevilla... ¡He tenido tantos!
P. Repasar la lista de los compañeros también marea…
R. Sí, sí, he jugado con los mejores, con el Ronaldinho de su mejor época; con Crespo, que era impresionante… Con Patrick Kluivert y Rivaldo, que eran una maravilla.
P. Con Rivaldo jugó, pero se la pasaba poco.
R. [Ríe] Sí, pero era una maravilla verlo. De todos, creo que es con Pablo Aymar, con el que tengo una relación desde niño, con quien he tenido más afinidad dentro de una cancha. Jugué con Navas, con Van Nistelrooy… Y con Raúl… ¡También jugué con Riquelme! Román era un espectáculo, cuando tenía ganas de jugar no le podías sacar la pelota. ¡Todo un tipo Román! Le disfruté mucho. He sido un privilegiado. Creo que tengo una camiseta de todos ellos.
P. Y jugó con Messi.
R. Sí, en Alemania 2006. Probablemente, del partido que mejor recuerdo guardo remite a ese Mundial.
P. ¿Le regaló una camiseta cuando Leo era niño?
R. Sí. Le rompieron la nariz y un amigo periodista, el Topo López, que me hablaba siempre de lo bueno que era Leo, me contó que estaba mal... y le mandé una camiseta para animarle. Luego, coincidimos el último tiempo en el Barcelona, venía a entrenarse con nosotros y, en el 2006, fuimos al Mundial. Buen tipo, humilde... Sigue igual en lo personal, pero futbolísticamente ha cambiado. Ahora, es tremendo, escoge el momento y mata; antes, iba a todas, para un lado, para el otro, arrancaba y transportaba, pero ahora, elige el tiempo, entiende el juego y decide cuando mata por puro talento. Eso lo pueden hacer muy pocos futbolistas.
P. ¿Ha vivido del gol?
R. Aprendí a no hacerlo, traté de vivir de algo más.
P. De todos los que marcó, ¿con cuál se queda?
R. Con el del día de mi debut con River, en Jujuy. Tenía 16 años, era River, mi club ¿cómo olvidarme?
Source: http://elpais.com/deportes/2013/01/15/actualidad/1358281649_849782.html
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